EVA
A Eva la conocí hace 2 semanas. Mi amigo Fernando estaba cumpliendo años y había decidido tirar la casa por la ventana con un fiestón impresionante. Yo no tenía muchas ganas de ir pues sabía que sus amigos eran totalmente esnobs y a pesar de que posiblemente me reiría un rato con ellos terminaría fastidiada con sus comentarios elitistas y discriminatorios. Por otro lado Fernando es un gran amigo y si no iba no me lo perdonaría jamás.
Así que sin darle muchas vueltas llegué a la fiesta que ya estaba reventando de gente dispuesta a divertirse hasta perder la razón.
Tal y como lo imaginé, luego de abrazar a mi ya borracho y querido Fernando me la pasé deambulando por el salón sin saber que hacer ni con quien hablar. Para disimular la incomodidad me tomé un par de tragos y bailé sola un rato pero recibí tantos empujones y pisotones de chicos extremadamente producidos y eufóricos que decidí sentarme en la barra y esperar el momento de la torta y el “Feliz Cumpleaños”. Por suerte encontré un banquito libre que atrapé como si yo fuera un naufrago y este el islote que me salvaría la vida.
De pronto al lado mío noté a una mujer, una de las pocas en la fiesta, que también parecía estar sola. Me acomodé para no darle la espalda y para verla mejor pues a primera impresión me había llamado mucho la atención. Era una mujer de alrededor de 50 años y parecía muy cómoda en su cuerpo. Era guapa y no disimulaba sus años, no necesitaba disimularlos pues su atractivo nada tenía que ver con parecer o no joven. Su cuerpo delgado y con bonitas proporciones no parecía haber sido ultrajado por cirugías. Su piel entre marrón y anaranjada era naturalmente aceitosa así que sus arrugas lucían bien allí. Tenia el pelo corto y pintado de rubio pero se notaban ligeramente las raíces, oscuras algunas y canosas otras. Su boca era grande, amplia y sus labios pintados de rojo eran el perfecto marco para sus dientes traviesos. Sus ojos negros, profundos y penetrantes parecían quemarme la piel detrás de las orejas.
Debió haber notado que yo la miraba mucho (desgraciadamente mirar intrusivamente a desconocidos es una característica que no puedo controlar) porque con una voz aterciopelada me dijo “Hola soy Eva”.
Es así que comenzamos a conversar y lo que yo pensé que sería una noche aburrida se convirtió en todo lo contrario.
De hecho era una mujer interesante y segura de si misma, había hecho muchas cosas y vivido experiencias de todo tipo. Actualmente era escultora y trabajaba con materiales reciclados. Ella habló mucho más que yo pues yo estaba tan ensimismada con ella que no dejaba de preguntarle cosas y ella parecía disfrutar de la atención que yo le daba.
En realidad yo no sabía si Eva me atraía porque quería estar con ella o porque quería ser como ella pero en cualquier caso me sentía feliz.
Finalmente y como era de suponer llegamos al tema de su vida romántica.
A los cuarenta años se había divorciado luego de 10 años de matrimonio. La relación no había podido sobrevivir el estrés y la decepción de buscar hijos durante 5 años sin lograrlo. Esta separación había sido muy traumática para ella. Luego de un tiempo de duelo y tristeza se sintió lista para conocer a otros hombres y entablar una relación de pareja nuevamente. Tras algunos intentos fallidos fue descartando la posibilidad de una relación seria. A los cuarenta y pico de años no estaba dispuesta a cambiar sus hábitos ni tenía ganas de ceder ni adaptarse a alguien con costumbres tan distintas a las suyas. Esto no la golpeó, finalmente era ella la que no lo deseaba. Lo que sí deseaba, creyó entonces, era tener amantes y así lo hizo. No le costó encontrarlos. Tuvo amantes de todo tipo y de todas las edades pero la mayoría fueron chicos jóvenes, mucho menores que ella, estudiantes de arte en la escuela donde ella enseñaba. Ella les llamaba sus “Boy Toys” y al principio todo funcionaba bien pues una relación sin compromisos y libre sonaba bien para todos… en teoría. Desgraciadamente ella se fue dando cuenta que no era tan “cool” como pensaba y que estas situaciones se volvían confusas, poco claras. Ella se había involucrado sentimentalmente en muchos casos y ellos en otros y en lugar de placer era dolor lo que le estaban produciendo. Así fue como decidió que este tipo de relaciones tampoco eran para ella. Ya no estaba para parejas formales ni para amantes sin compromiso pero tampoco estaba para llevar una vida sin sexo.
Durante meses vivió desesperada pensando que no había solución y cuando estaba a punto de resignarse se lo comentó a nuestro amigo mutuo Fernando y este de la manera mas natural y fresca le sugirió que llame a un escort para mujeres.
A ella esto le pareció aberrante. La idea de pagar por sexo, cuando ella en su vida siempre había sido objeto de deseo de muchos, le parecía patético, deprimente. Eva me contó que se molestó tanto con Fernando por esta sugerencia que se largo sin pagar la cuenta y no le habló en semanas. Durante esas semanas pensaba que qué se había creído Fernando al pensar que ella, tremendo mujerón, estaba tan desesperada como para pagarse un puto. Lo peor de todo, me dijo, era que sí estaba totalmente desesperada por sexo sin sentimientos involucrados.
Por esas cosas del destino justo cayó en sus manos la película Cowboy de Medianoche. El protagonista quería vivir de la prostitución con mujeres mayores y en una escena, cuando finalmente le liga, se mete con una mujer que no tenía nada de patética. Una mujer segura de si misma, dulce, inteligente, feliz, atractiva y aparentemente exitosa profesionalmente. Eva me contó que luego de ver la película no podía dejar de pensar en la posibilidad de pagarle a un hombre por sexo pero que ya no lo hacía con ese prejuicio y asco que le había producido originalmente. Dice que se alquilo Gigolo Americano y que se leyó La Casita Del Placer de Osvaldo Cattone pues había leído que trataba de este tema. Es así como se fue animando a investigar acerca de escorts para mujeres en Lima.
Lo primero que hizo fue buscar en Internet y por supuesto que encontró. Fueron apareciendo Víctor, Aldo, Miguel, Cesar…pero le parecía aterrador. No solo encontraba peligrosísima la idea de contactarlos sino que no le atraían nada. Lo que lograba ver de las fotos que colgaban así como sus terribles faltas ortográficas y pobre manera de escribir le quitaban las pilas en un segundo. Unos cobraban 50 soles las 2 horas otros 50 soles la hora. De ninguna manera los contactaría. Hasta que encontró el aviso de Adamo y entró a su web. Este le dio una mejor impresión y decidió llamarlo.
Justo cuando Eva estaba por contarme que había pasado con la llamada y yo moría de curiosidad y un poquito de espanto, llegó Fernando con dos amigos a sacarnos a bailar. Ni ella ni yo queríamos pero no nos quedó otra alternativa. Mientras la veía mover su cuerpo bien estructurado y emanar una fortaleza increíble pensaba que de ninguna forma me iba esa noche sin terminar de escuchar la historia de Eva y su vida sexual. Faltaba poco para que se acabe la canción y su risa repentinamente me comenzó a asustar…
Primera parte