En mi mochila roja y una maleta rodante
Por una ventanita rectangular, larga y angosta, veo lo que veo. Trato de registrarlo para llevarlo en mi memoria pues este paisaje no lo veré mas. He decidido irme. Decisión no es algo que me ha sobrado en estos tiempos ni en ningún otro de mi vida pero hoy he sentido con certeza que es lo que corresponde, que es la única sana alternativa, así que en pocas horas partiré.
Cierro la ventanita y mientras me subo los pantalones vuelvo a repetirme a mi misma que estoy en lo correcto, que he de salirme de esta burbuja en la que estoy viviendo porque si bien ha sido una burbuja deliciosa ya se comienzan a filtrar elementos externos que la hacen menos deliciosa y que poco a poco la romperán dejando pura amargura y quizás hasta agonía.
Me queda claro que este viaje tiene que ver más con salir de este lugar que con llegar a otro. Necesito estar fuerte emocional y físicamente. Reconocer mi valentía de ser capaz de tomar una decisión me da fuerza emocional y para obtener la física un super desayuno me hará bien.
Entro al restaurante del hotel, el buffet está servido y se ve espectacular. Melón, papaya, quesos, panes, huevos, tocino, salchicha de huacho, tamalitos. Hoy no tomaré ni yogurt ni cereal pero por supuesto sí mucho, mucho café.
En el restaurante hay 4 mesas ocupadas, 3 empresarios (al menos eso parecen) chilenos ocupan una, una pareja de jubilados franceses otra y las 2 que quedan están ocupadas por colombianos. Esto refuerza lo que veo observando que es que últimamente en Lima hay muchos colombianos, de distintas clases sociales.
La cara de placer de la gente mientras escoge lo que va a comer y da su primer bocado me encanta.
Me siento al lado de otra ventana, esta es muy amplia y se ve bastante de la avenida. Son las 8.17 a.m y la gente afuera se acomoda alrededor de un puesto de periódicos para leer los titulares del día. Alcanzo a leer “TERROR POR SIDA” “ A COCO, PACHON Y JORDAN EN PENAL LOS QUIEREN ENVENENAR” “SACABA DINERO EN AVION PRESIDENCIAL” “PROPAGANDA EMERRETISTA EN EL CONGRESO”. En lugar de sentir desprecio por esto siento un poco de pena, pena de que estas atrocidades dejen de ser parte de mi vida. El aroma del café tampoco ayuda y algo de melancolía se comienza a instalar en mí. Pienso en cuanto voy a extrañar esta ciudad y por primera vez no me irrita ver la cantidad de edificios que hay en construcción que se entrelazan con los cables destemplados que atraviesan los aires.
Admito que también me entristece no haber hecho todo lo que planeé hacer. No llegué a comer el ceviche de mango en la Punta ni a dormir una noche en el Hotel Bolivar. Nunca conocí el Superba y me daba ilusión tomarme un chicano de pisco allí.
Me había propuesto conocer toda mi ciudad, eso significaba pasearme por los distritos que nunca pisé osea El Agustino, Ate y San Juan de Lurigancho. Quise ir al estadio y presenciar un Clásico, no para ver el partido sino a los fanáticos y para equilibrar ir luego a Las Lomas de Lachay en pleno momento de florecimiento. Me quedé sin aprovechar los ciclos de películas gay, lésbicas y trans que pasan en el Centro Cultural de España, también sin aprender a bailar Marinera Norteña y Huaylarsh. Mis fantasías de adoptar un perro y sacarlo a pasear por el parque Domodosola también se truncarán. Últimamente quería ver a Wayo en concierto y comprar en el mercado de Surquillo………..
Por unos segundos dudo de mi decisión, me arrepiento, flaqueo, siento que no puedo hacerlo, que no soy capaz de salir de aquí, que se me está desgarrando algo dentro y que no podré soportarlo. Por suerte el recuerdo de cómo me sentí la noche anterior me asalta y me trae de regreso a la cordura, a la fortaleza, a la voluntad. Trago el último sorbo de café y sonrío pues me siento fuerte nuevamente además ¿quien dice que no regresaré? Lima no será la misma, lo sé pero tampoco yo lo seré. Con todo y cambios sé que siempre la querré, finalmente es mi ciudad.
Me levanto de la mesa y me encamino al cuarto, debo de arreglar un par de cosas antes de irme, hacer unas cuantas llamadas. Tampoco se trata de dejarlo todo regado.
Calculo que como a las 5 p.m estaré lista para partir y que todo lo que necesito llevarme entrará en mi mochila roja y una maleta rodante.