#ElPerúQueQueremos

De regreso

Publicado: 2009-06-07

Ya regresé. Me fui por un ratito pero estoy de regreso.

En realidad no sé donde estuve, estuve perdida.

Todo ocurrió hace menos de un mes. Era domingo por la noche. Los domingos siempre me invade la nostalgia. Decidí salir a caminar por el malecón antes de dormir. Había neblina, mucha neblina. No se veía el mar, no se veía casi nada. Yo realmente quería ver el mar….

Pasé por el parque del Amor, El Faro y no se a que altura exactamente me comencé a sentir cansada. No quería regresar caminando. A mi derecha ví pasar un taxi y lo hice parar. Yo soy sumamente paranoica y miedosa, últimamente nunca tomo taxis de la calle y por eso no me explico porque lo detuve. Ni siquiera le pregunté cuanto me cobraría sino que abrí la puerta, metí la primera pierna al carro y juacatela!!! Fui succionada de la manera mas violenta hacia no sé donde. Por el desconcierto y la ferocidad de la succión no recuerdo nada. Cuando volví a tomar conciencia estaba a toda velocidad en la vía expresa. No veía la cara del chofer ni quería hacerlo. No tenía miedo. Era como si yo realmente quisiera estar ahí. Sí, yo quería estar ahí.

Salimos de la Vía Expresa. La oscuridad de la noche no me permitía descifrar si estaba por La Victoria, Breña o Pueblo Libre. Llegue a un parque. Ese parque me parecía familiar pero no lograba recordar cuando había estado ahí, si es que había estado ahí. Mi aturdimiento me hizo pensar que de repente estaba experimentando una regresión al pasado, finalmente mi personalidad nostálgica me ha hecho ese tipo de pasadas antes. El problema era que no sabía si estaba reviviendo mis 15, 21 o 28 años. Definitivamente no sentía que tenía los 40 que tengo.

Al frente del parque, en una esquina había una casa, caminé hacia ella sin vacilar. Era evidente para mí en ese momento que tenía que entrar a esa casa. Es mas, quería entrar a esa casa. Subí unas escaleras de caracol. La puerta estaba cerrada pero antes de tocar un guapísimo anfitrión me abrió la puerta. Me sonrío y tomo de la mano. Era un encantador efebo. Me indicó que pase, que entre a la habitación vacía. Sentí un huracán en las entrañas, esa mezcla de deseo y ligero temor. Voltee a mirar a mi anfitrión para encontrar apoyo, para que su tierna sonrisa me contuviera pero su cara era otra, a quien ví en lugar fue a un matón, a un psicópata. “Donde estoy” dije pero mis palabras nunca se escucharon porque una música pulsante y con harto volumen invadió todo el espacio. Mis piernas flaquearon, mi cuerpo cayo y comenzó a convulsionar, o al menos algo parecido le pasaba a mi cuerpo Yo no tenía control de el, se movía solo, como si estuviera poseída por un animal salvaje que se retorcía sin cesar. De mí salían fluidos extraños, mi saliva no era saliva, era un líquido ardiente, algo caliente me cubría el cuerpo. Por lo poco que podía ver parecía sangre paro nada me dolía, no parecía tener heridas. Por un instante me pregunte si estaba en peligro de muerte y si lo estaba si lucharía por no morir o me dejaría ir con placer. Decidí que haría lo segundo y perdí la conciencia.

Cuando regresé a ella la música había cambiado, era suave, brasilera creo. Estaba sola en ese cuarto vacío. Comenzaba a amanecer. Estaba caliente, como si tuviera fiebre pero mi cuerpo sentía una fortaleza increíble. Cada fibra muscular estaba activada.

Sabía que tenía que regresar pero mi cuerpo no quería moverse de ahí. Me forcé a levantarme. Salí. Una señora madrugadora paseaba a su perro. Comencé a caminar por las calles pero no tenía ni idea de donde podía estar. Las pocas personas en la calle me miraban extraño. Me sentía paranoica y observada. No quería preguntarles nada.

Seguí caminando sin rumbo. Pero el problema no era ese. El problema era que no quería encontrar el rumbo. No sabía que quería. Me senté. Creo que estaba al lado de una Huaca. No me moví de allí por mucho rato. Lo único claro que tenía era que ya no era la dulce Pachi sino una insensible a la cual poco le importaba los sentimientos de sus seres queridos.

Pasaron unos días creo y así como no recuerdo que me succiono de golpe tampoco sé que me empujo de a poquitos de regreso pero nuevamente me encontré caminando por calles y esta vez las iba reconociendo. La Avenida del Ejercito, Pardo, Grau, Puente Villena, Larco y finalmente la calle de mi edificio. Lo miré como quien mira una postal. Con distancia. Los porteros no parecieron sorprendidos al verme. Nada me preguntaron. Entré al departamento y mis 2 adorados gatos me esperaban en la puerta. Este fue el primer remezón que me trajo de regreso. Había abandonado a mis bebes!!! Los cargué, los bese, les pedí disculpas y me las dieron a cambio de que les llene el plato con comida. Entré al cuarto. Ella no estaba pero me había dejado un mensaje por teléfono que decía que su vuelo llegaba a las 3 p.m. Su voz terminó por devolverme a mi vida. Sentí que la amaba, que amaba a mi vida. ¿Qué había pasado? ¿Dónde había estado? También sentí un escalofrío de pánico al pensar que había estado a punto de perder todo lo que tenía. Un llanto turbulento se apodero de mi. Lloré y lloré sin parar. Luego me levanté de la cama. Me metí a la ducha. Limpié la casa un poco. Terminé a tiempo. Cuando la ví entrar me le abalancé. Le di 40 besitos en sus ojos de caramelo, en sus antebrazos fuertes, en sus piernas flacas.

Hoy me desperté luego de haber dormido 8 horas. Juan me vino a recoger como siempre para llevarme a la Católica. Mientras me subía a su carro ví todo con claridad, Esta era mi vida. Las mañanas en su carro leyendo El Trome. Mis clases de Andanzas. El regreso con Lucho, el taxista del tico destartalado, escuchando Onda Cero 98.1 y cantando (el y yo) las cumbias a todo volumen. Los ensayos para Corpus Breve recargándome con la energía de los maravillosos bailarines. Mis caminatas con Natalia llenas de dióxido de carbono a la calle Chiclayo donde le dicto clases a un grupo de personas de lo mas variado y amoroso. Los sábados eufóricos con Gisela. Los domingos familiares y opíparos con mis viejos adorados. Las visitas a Wong para relajarme (y probar todo lo que pueda de las degustaciones gratis). Las carcajadas con Walter. Los apapachos a mis gatos y la perdida de paciencia cuando no me dejan dormir y por supuesto mis días, tardes y noches con ella, jugando a ser animalitos, tomando vino, entrelazando piernas, oliéndola, aprendiendo, nutriéndome y admirándola aún 8 años después. Esta es mi vida y mi vida me gusta.

Agradezco estar de regreso


Escrito por

pachi valle riestra

mujer peruana de 42 años, bailarina, coreografa, maestra de danza. Además y aveces...jurado de programas concurso de baile en la televisíon, sin ser actriz ha actuado en la televisión y en teatro, sin ser escritora escribe porque la hace feliz, caminante porq


Publicado en

Pachi

Just another Lamula.pe weblog